Resumen
Construyendo objetivos es un email práctico y útil que te ayudará a explorar la idea de cómo escribir un objetivo. Y es el primero de 5 dedicados a ello porque, aunque en realidad la manera en la que escribes un objetivo energéticamente no importa, sí que hay algunas reglas que no debes saltarte, para no crear más estrés del que es necesario.
Lo primero es que partimos de que todo deseo, al escribirlo, se convierte en un objetivo. Como tal, al ser escrito, empieza a tomar vida y a hacerse real. Y el proceso termina justo cuando consigues lo que quieres, es decir, cuando eso que no tenías entra en tu vida.
Claro que entramos en un mundo complicado porque, normalmente, toda la teoría que encuentres escrita sobre objetivos está asociada a la profesión, y a cosas que se pueden medir, y no se referirán casi nunca a objetivos más personales e íntimos.
Esto es así porque aprendimos a concebir a los objetivos en términos de resultados. Lo que quiere decir que están relacionados con lo que se consigue al final, por lo que se escriben para luego poder evaluar la eficacia del proceso que has llevado a cabo para conseguir lo que querías. Pero esa manera de ver al objetivo tiene un problema. Nadie sabe a ciencia cierta cómo es eso de ser un 10% más feliz, o ser un 30% más cariñoso.
Objetivos tangibles e intangibles
Para resolver eso, puedes pensar que te vas a encontrar con que hay objetivos que se refieren a cosas que se pueden tocar. Pero también encontrarás que los hay que se refieren a cosas que no se puede o no se deben tocar. Por ejemplo, si quieres un aumento en tus ingresos te refieres a algo tangible. Pero si quieres aprender algo, te refieres a un intangible.
Ambos son objetivos, porque cumplen con 3 condiciones que hacen que lo sean: la primera es que puedes identificar lo que es, y por tanto escribirlos. La segunda es que puedes controlar las acciones que tienen que ver con eso que has escrito. Y la tercera condición es que conseguir eso debe proporcionarte un beneficio.
Cuando un deseo se escribe, debe cumplir estas tres condiciones, lo que automáticamente le confiere una característica que es primordial y que es lo primero que logras al escribirlo. Empieza a ser una idea que puedes percibir de forma precisa.
Un objetivo es una frase, escrita, que te permite identificar un deseo como idea, controlar las acciones que tienen que ver con ella y hacer que esa idea te proporcione un beneficio.
El objetivo es el futuro por escrito
Pero, además de esa característica, sucede que el escribir un objetivo es un proceso. Nadie, que sea medianamente normal, escribe un objetivo a la primera y va y lo consigue. Al escribir lo que quieres, defines una primera idea de lo que tienes en mente. Pero sucederá que, con el tiempo, esa idea cambiará, se transformará, y creará otras mejores para ti.
Así que esa es la segunda gran característica de un objetivo. Te ayuda a afinar y a definir mejor lo que realmente quieres en tu futuro. Es decir, seguro que quieres ser feliz. Todo el mundo quiere ser feliz, por mucha frustración, amargura y odio que se sienta. Pero cuando le preguntas a alguien qué es lo que necesita para serlo, sus respuestas pueden sorprenderte.
Y te sorprenden porque empiezan a afinar mejor. En otras palabras, al principio empezarás proyectando tu pasado hacia el futuro. Y eso no está mal para comenzar, pero admitirás conmigo que el futuro tiene poco que ver con el pasado, por eso son dos palabras diferentes. Y por eso tus objetivos evolucionarán para empezar a mostrar verdaderamente cosas que no tienes, en lugar que solo ser una mera descripción mejorada de tu presente.
Pide lo que quieres tú
La tercera característica de los objetivos es que es absolutamente personal. Lo que ganas es lo que ganas tú, y nadie más. Esto, cuando hablamos de un aumento de facturación o de sueldo, está claro. El dinero se ingresa en tu cuenta, y solo en la tuya.
Pero cuando intentas escribir objetivos en los que hay otras personas involucradas, entonces empieza el patinaje sobre pistas llenas de aceite. Me explico. Imagina a una madre, María, que tiene un hijo adolescente llamado Carlos. Ella quiere que éste estudie, se centre y ayude en casa. Es decir, María quiere un milagro.
Así que decide escribir su deseo, para luego poder empezar a trabajarlo. “Mi hijo Carlos estudia, se centra y ayuda en casa”. Pero luego lee este email, y se da cuenta de que energéticamente no puede utilizar el nombre de su hijo, porque el objetivo es suyo, y lo que está haciendo es meterse en la vida de su hijo. Por lo que, al poner el nombre de “Carlos” en el objetivo, lo que ha hecho es complicar todo.
Define y utiliza la relación
Así que María reescribe su objetivo. “Mi hijo estudia, se centra y ayuda en casa”. Pero luego se da cuenta de que tiene 2 hijos más, menores que Carlos. El segundo es chico y la última, una chica. Así que vuelve a escribir. “Mi hijo mayor estudia, se centra y ayuda en casa”. Pero pasan los días, y se da cuenta de que no solo tiene un hijo, sino que tiene 3.
Así que reescribe su objetivo una vez más. “Todos mis hijos estudian, se centran y ayudan en casa”. El final es que, por fin, ha escrito lo que ella quería. Como madre puede pedirse eso. Pero sin nombrar a nadie. Por eso, cuando escribes un objetivo que tiene que ver con terceras personas, nunca pones su nombre, sino que describes la relación que te une a ellos.
Hablas de la relaciones que tienes con esa personas. Mi jefe, mis compañeros, mi madre, mi padre, mis hijos, mi pareja, mi esposo o esposa, mi socio, mi o mis clientes.
Utilizar la función que te une a alguien hace que centres tu objetivo en lo que tú quieres.
Un objetivo tiene tres características. Te permite percibir un deseo de forma precisa, te ayuda a afinar y a definir mejor tu futuro y es absolutamente personal.
Cómo escribir un objetivo
Los 5 emails de esta serie: