Resumen
Este email contiene ideas básicas y sencillas que te explicarán lo que estás haciendo cada vez que trabajas utilizando tu imaginación. Así que léelo como un apoyo del email #128, en el que te propongo que hagas un ejercicio con los ojos cerrados.
Ahora, en éste, verás que cuando cierras los ojos, tu mente cambia, y se pone a imaginar. Todo tu cerebro modifica su estado, sea el que sea en el que está, y empieza a funcionar de forma diferente. Y pueden suceder muchas cosas ahí adentro, pero lo que hace muy bien tu cabeza, cuando cierras los ojos, es imaginar.
Ella sabe representar cosas a partir de lo que conoce, es decir, de lo que principalmente ha visto, sentido u oído. Eso se le da bien, tengas la edad que tengas, y se trata de un mecanismo sencillo de entender. Tu mente imagina siempre, y eso debes tenerlo claro, a partir de recuerdos e indicios de cosas que igual ni sabes que recuerdas. Es a partir de esas memorias que hace sus nuevas composiciones.
Cada especialista te explicará la razón de esto con sus palabras y desde su punto de vista. Y probablemente todos tengan razón, porque tu cabeza es como un empleado de la torre de control de tráfico aéreo, todo el día en tierra, controlando lo que hacen otros, que se pasan las horas en las nubes.
Claro que pensarás que esto que has leído es una locura. Te plantearás cómo es que te puedo decir que el cerebro tiene los pies en el suelo, controlando todo, mientras a la vez afirmo que es un hacha imaginando. Y eso puede que lo pienses solo porque imaginas que imaginar es un acto fantasioso y lleno de mentiras, cuando en realidad eso no es así. Vamos a ver las razones.
Lo que sucede cuando vives
Culturalmente hemos aprendido que recordar tiene que ver con el pasado, y que lo hacemos para protegernos. Y hay razones de peso para pensar así. De hecho, personalmente creo que esta capacidad de “recordar” tiene la mitad de la responsabilidad en que los seres humanos, como especie, sean los dueños de este planeta. Pero si leíste bien, es solo la mitad de la razón. La otra mitad de esa razón no tiene que ver con el pasado, sino con el futuro.
Lo que estará sucediendo, ahora mismo en tu cabeza, es digno de ser mencionado. Tan pronto como has leído que tiene que ver con el futuro, tu mente se puso a buscar. Sí, se puso a hacerlo y no te preguntó. La muy descarada, se puso a buscar en modo “Google”, lo que recuerda sobre la mente, el futuro, y la imaginación. Enseguida te ofreció una imagen. La mía me recordó a una bruja, vestida de oscuro, sentada y con las manos sobre una bola de cristal, medio sonriente. Es como si esa mujer supiera algo que yo no sabía.
La verdad es que da risa. Pero lo más importante es lo siguiente. Yo, debido a que te estoy escribiendo estas letras, he elegido pasar por ese proceso conscientemente. Pero si tu no lo hiciste, lo que te sucedería es que igual te perdiste en la lectura, sin entender lo que estaba escrito. Igual repasaste la línea, o el párrafo, a ver si mejoraba la cosa. Luego, es posible, que en ese momento racionalizaras lo raro y difícil que es “entender lo que escribe el tío este”.
Lo nuevo, siempre a partir de lo anterior
Y si te pasó eso, es genial. Si ni te diste cuenta, genial. Porque tu mente “se pierde” porque está buscando una solución “conocida” a lo que se le plantea. Y esto es así en todo momento en tu vida, y cada vez que te encuentras con algo “no conocido”, como situaciones nuevas, gente nueva, o ideas nuevas.
Y allí es donde entra tu memoria, eso que tú crees que es “tu pasado”. Entra porque, en realidad, nuestra especie desarrolló la habilidad de guardar recuerdos también para, a partir de ellos, tener más probabilidad de formar nuevos, relacionados con eventos futuros. Esos “eventos futuros”, como los llaman los científicos, en realidad son las cosas nuevas que te pasan en la vida.
Seguro que piensas que podrían haberlos llamado así desde el principio. Pero, si lo hubieran hecho, entonces yo no sería necesario, y tú no estarías planteándote el pagarme por leer todo lo que escribo, aunque no pares de perderte en la lectura.
El proceso tiene su miga
Pero volviendo a la idea que te interesa, tu mente utiliza recuerdos para poder entender las cosas nuevas que te pasan. Es tan simple como esto. Lo que sucede es que en este proceso se deja muchísima energía, cosa que no es buena. Pero esos mecanismos neuronales son los que te guían a identificar asociaciones fructíferas de ideas, y eso sí que es muy bueno, porque es vital para nuestra supervivencia.
Y ya sé que me he puesto muy técnico otra vez, pero míralo de esta forma. Tus neuronas, dentro de tu cabeza, necesitan utilizar muchas, pero muchas moléculas, para poder hacer las conexiones electroquímicas que necesita para enlazar esas ideas que están en tu memoria. No te extrañe que cuando te propongo una idea que para ti es nueva, te pierdas. Eso es lo normal, porque tienes interés y tu mente busca recursos para hacerte entender.
Pero si lees bien, la clave es que “tienes interés”. Eso, para tu mente, es como una directiva europea. Resulta que tienes que cumplirla, aunque no sepas explicarla. Eso de tener interés es lo que hace que tu cabeza pueda tener una referencia clara para distinguir entre si vale la pena, o no, el costo de formar nuevas imágenes, y con ellas una nueva memoria.
Imaginar te impulsa hacia un cambio positivo, porque obliga a tu mente a crear las conexiones neuronales que necesitas para adaptarte mejor.
Imaginar tiene su lado práctico
¿Y sabes qué? Todo esto se pasa en un microsegundo. Una pasada de coco, ese que llevas sobre los hombros. El mismo que ahora se estará buscando una razón que le permita entender qué es lo que tiene que ver todo esto con el título del artículo y, mejor aún, con el ejercicio del email #128.
Preparate para la gran revelación. Este proceso, que te he descrito y que de seguro querrás leer varias veces, hasta entenderlo del todo, es lo que yo llamo el proceso de imaginar. Es así como imaginas. Míralo de otra forma. Para imaginar tienes que darle a tu mente un problema nuevo. Algo que no conozca. Algo que no hayas visto nunca, pero con lo que ella pueda trabajar. Por ejemplo, pídele que te de una imagen de un pez que habla y que camina. Entonces se pondrá a buscar un pez y a un humano en la memoria, y lo mezclará todo para hacer que esa imagen de pez hable y camine.
Con entrenamiento puedes hacer lo mismo, pero con cosas más raras. Puedes pedirle que imagine un espacio ideal para ti, y luego recrearte reformándolo hasta que quede como tú quieres.
Como en esos programas de telerrealidad de los hermanos Scott, “Los gemelos reforman dos veces”. Pero insiste, porque eso proporcionará un cambio sólido en las memorias que tu cabeza asocie a ello.
Ampliando y entendiendo a Tu Mundo Personal
A partir de allí, no podrás parar. Imagina que pasaría si tu economía fuera una persona. Tendrías que imaginar su altura, el color de su pelo, y hasta su figura. Lo suyo sería ponerle un cuerpo, y vestirle. Podrías, también, imaginar personajes que vienen en su ayuda, y que le echan un capote para mejorar. Y no creas que se te va a hacer difícil hacerlo, porque seguro que tú ya vas a que te corten el pelo y te arreglen un poco la imagen personal.
Por eso es por lo que en el ejercicio que te propongo, invitamos a tu espíritu, que también tendrás que “diseñar”, con todo detalle. Pero, y más importante, ese lugar te escucha, porque te pido que “repitas tu orden muchas veces, como si fuera un mantra”. Tu lugar especial está conectado con la vida, que ahora podrá escucharte. Igual te viene bien, si te parece, imaginar que la vida también tiene un cuerpo y que ella te escucha, y te ayuda en todo.
Hacer esto es lo que se llamaría un condicionamiento clásico fuerte. Es un ejercicio que te impulsa hacia un cambio positivo, porque se trata de que tu mente cree las conexiones que necesitas para adaptarte mejor. Recuerda que la orden que le das es esa, “quiero adaptarme al cambio de [escribe el cambio que has elegido para trabajar] y a todo lo que éste me trae”.