45. El peso de los demás en tus objetivos
Asumir el proceso de comunicación que se establece entre las personas
Resumen
En el último email, de hace dos semanas, te hice volver al asunto de los objetivos. Está claro que alguna vez has deseado y perseguido cosas que deseabas. Pero imagino que ya empiezas a tener claro que no es lo mismo desear algo que ir a por ello de forma consciente, convirtiéndolo en objetivo.
Creo que se puede decir, sin temor a equivocarnos, que mucha gente lo ha intentado y lo sigue intentando, pero que casi nadie sale ileso al chocar de frente con el hecho de que un objetivo importante no se consigue tan rápido como se pensaba. Además, hay un elemento más para tener en cuenta. Y es que tampoco somos inmunes al hecho de que puede que cambies en el camino, lo que hace que pierdas el interés en “ese objetivo” o peor, que lo consigas cuando ya no lo quieres.
En otras palabras. Te será siempre más fácil bregar con objetivos que están cerca, que se consiguen siguiendo una especie de línea recta en tu vida. Pero los grandes, los objetivos que te cambian, no siguen una línea recta. Implican cambios, claridad y consistencia, porque el camino se parece más a una serie consecutiva de curvas que requieren tu atención. Es como un camino en zigzag.
Así que, lo primero es entender que tu mente funciona por objetivos y que no le importa nada de nada conseguirlos o no. Solo le importa que determines el siguiente y te pongas en marcha con ello (email #44). Pero ahora vamos a revisar la relación entre tus propios objetivos y el peso que la gente –los demás, los otros, el grupo, el colectivo– tiene en ellos.
Creo que entender esto puede ser tranquilizante e integrador para ti, porque se trata solo de asumir el proceso de comunicación que se establece entre las personas, que es la forma en que el colectivo ejerce su peso en todo eso que deseas.
Insistes y tiras. Pero ¿tirar el qué?
Ahora verás justo de lo que hablo. Seguro que en alguna conversación con gente cercana ha terminado saliendo la frase “el que la sigue la consigue”; en una como esa también pueden salir palabras como fe, insistencia o perseverancia. Normalmente nos referimos a ellas como si se tratara de una especie de superpoder o de “energía” que hay que sacar de adentro.
Me imagino a alguien por la mañana, frente al espejo, con la boca llena de pasta de diente y mirándose a los ojos diciéndose: “tú puedes.” “Tira, que tú puedes”.
Así que en este caso relativo al superpoder de “tira que tu puedes”, hay dos puntos importantes a los que debes dar dos buenas y claras respuestas. El primer punto se trata de cuando “tienes”, “debes” o “quieres” insistir y cuando no. Nadie tiene esa respuesta. En realidad, nadie lo sabe y todos lo saben. Y el segundo punto es de dónde saca alguna gente esa fuerza para tirar aun cuando ya no pueden o no quieren más.
Las respuestas a estas dos cuestiones son sencillas. Me refiero a la de “cuando insistir” y la de “de dónde sale la fuerza esa”.
Empiezo por la segunda, que es más fácil. De su amígdala. Si no viste venir la respuesta significa que tendrás que volver a leer el email “Fijar objetivos entendiendo a tu mente”. La respuesta a lo de cuándo insistir está en este email. Tampoco es difícil. Así que te la digo ya, aunque te quedes igual. Lo decides tú.
¿Has visto las tomas en la tele en las que una persona dice “ya no podía, pero insistí hasta que lo logré”, mientras intercalan imágenes del momento en que más sufría, ponía cara de dolor, daba traspiés y hasta lloraba y vomitaba?
Insistir lo justo, lo socialmente necesario
Insistir no es malo. Es una pasada porque cuando se acaban las razones ya solo queda adrenalina tirando por ti. Es un verdadero subidón. Te lo digo antes de que empiece tu cabeza a volar por ahí pensando que lo que quiero es desprestigiar a tan valorada cualidad.
La insistencia es, incluso, aceptable socialmente si se ajusta a los valores establecidos por el grupo al que perteneces.
Por ejemplo –y para explicarme mejor–, tener pareja es algo que se ve bien si estás entre ciertas edades. Si te gusta una persona, insistes. Pero si te pasas, te arriesgas a que digan que “acosas”, en lugar de dejarlo pasar.
Insistir en buscar trabajo es totalmente válido. Insistir en cobrar un dinero que te deban es lícito. Que un médico de urgencias insista en destinar tiempo y recursos a hacer que alguien mejore no solo es lícito, es que como no insista, e insista, e insista, los familiares no lo verán demasiado bien.
Insistir, como ya sabes, es una cuestión de amígdala. Si tu mente tiene muy claro cuál es el objetivo, insistirá hasta conseguirlo o morir. La cuestión es que tú eres más que tu mente. En tu cabeza pasan otras cosas que pueden ir en el sentido contrario a esa insistencia.
Los amigos y familiares tienen una “media” aceptable para ti
Pero otra cosa es responderte a la pregunta de hasta cuando insistir. Y a eso vamos ahora.
Lo que hemos hecho todos, como homo sapiens que somos, es establecer ciertos modelos mentales colectivos que nos permiten valorar lo que es aceptable. No son modelos despreciables. Son muy simples, útiles y válidos.
Te doy ahora un ejemplo para explicarme mejor. Hay personas que creen y afirman en voz alta que los jóvenes europeos no ven futuro y que esa es la razón por la que no se van de casa de sus padres, no se casan y tienen pocos hijos. Vamos, esto es lo que yo llamaría “el mal europeo resuelto en el bar, entre birras, zuritos y una que otra tapa”. Ahora fíjate en algo:
Dentro de la inteligencia colectiva existe la idea de que el matrimonio y la familia son el producto histórico de la relación de la gente –todos, el grupo, el colectivo– con los recursos disponibles.
Y aquí está la traducción de semejante idea. Resulta que una persona puede casarse a una edad “recomendable” y esa edad siempre depende de que los recursos del grupo mengüen o no. Si el colectivo piensa que habrá pocos recursos la edad baja. Si hay más recursos, la edad sube.
Claro que somos humanos. La presión social estará ahí. Otra cosa es que tú seas consciente de ella o no, y si lo aceptas así o no. Eso es personal.
Por eso decir que “la gente no se va de casa de sus padres porque no pueden”, es una afirmación fácil que se basa en una opinión no realista de las cosas. La razón de que la edad para casarse y tener familia está aumentando es la comodidad. La sociedad europea está cómoda y, como no “se ve en peligro en el futuro”, pues se lo toma con calma.
Este tipo de cosas es a lo que yo llamo modelo colectivo, y es bueno porque responde a una realidad que está más allá de las ideas que se puedan asumir al abrigo de una conversación en el bar.
Ahí tienes un ejemplo, de muchos que podríamos enumerar, en los que el colectivo modela tu comportamiento.
Éxito. ¿Eso que es?
El éxito, y ahí es donde quiero que llegues, es una “media” de lo que puedes hacer; esa “media” es la imagen del modelo que el colectivo tiene y que ha creado en el tiempo. Si el colectivo o el grupo en el que vives te ve lograr esa “media” de cosas que están establecidas, entonces “va bien” porque la especie se asegura la supervivencia.
Claro que para muchas personas esta realidad que le impone el grupo es buena, aunque su reacción sea bastante inconsciente.
Debes saber, antes de continuar, que esa “media” no sale de la nada. Se ha ido creando durante generaciones. Y ya sé que me dirás que las cosas cambian y yo te daré la razón en cierta medida. Las cosas cambian en cuanto a las formas, pero no en el fondo, porque eso es bastante más complicado.
Por eso es por lo que a mí me gusta pensar en las 6 necesidades humanas. Son “el fondo”, y una idea útil que te permite valorar hacia dónde tirará la sociedad y en qué diferente sentido desarrollará su inteligencia colectiva. Las formas en que resolvemos esas necesidades son otra cosa, y son las que cambian de generación en generación, adaptándose y mejorando los resultados para todos.
Voy a darte otro ejemplo, para explicar la idea. Siempre ha habido y habrá celestinas. Eso asegura la continuidad de la especie. Antes, ese papel lo asumían personas. Era gente de verdad, de carne y hueso. Ahora lo hacen algoritmos y las redes sociales. ¿Lo ves?, las formas cambian, pero el fondo siempre es la expresión de una de las necesidades humanas.
Sucede, eso sí que es verdad, que individualmente se puede caer en la tentación de creer que esto es una especie de molde que lo que busca es “crear clones”. Todos iguales y ya. Pero, y te voy a insistir en esto, lo que “el grupo” espera como resultado es una imagen que todos tenemos en la cabeza y que funciona muy bien, pero colectivamente, porque nos ayuda a entendernos. Es un tema de comunicación. El lenguaje que tenemos en común y que utilizamos para entendernos.
El problema comienza, cuando tienes objetivos, en querer tomar esas imágenes como una “fórmula estándar”, porque puede que estas ideas “sociales” del éxito funcionen para algunas personas, pero no para todos.
Estos modelos colectivos están muy centrados en la supervivencia del grupo, y por tanto se aseguran y se desarrollan alrededor de crear un camino práctico hacia la seguridad financiera y una vida plena. Pero la verdad es que la mayoría de las personas, como individuos, se sienten desconectados de esas ideas y muchos hasta están frustrados por ellas.
Ser una persona viviendo en grupo
El truco para no caer en esta trampa está en entender que para la sociedad es absolutamente viable, práctico y deseable tener una idea clara de por dónde podemos ir todos como grupo, pero que como persona puedes y debes establecer una frontera mental entre lo que implica relacionarte socialmente y los objetivos que personalmente tienes.
Para ello tendrás que reducar a tu mente para que entienda que es muy, pero que muy racional, seguir un camino sinuoso de autoexploración. Puedes entonces decidir en qué áreas puedes aplicar esto y evitar a toda costa la idea de que “tener una meta rígida” tiene la ventaja de asegurarte la estabilidad.
Tu objetivo general, como persona, es que sientas satisfacción por lo que logras y que entiendas que, aunque la creencia “de bar” es que deberías tener metas a largo plazo desde siempre, la verdad es que ese tipo de metas aparecen en la vida luego de un largo camino de descubrimientos personales.
En otras palabras, cuando se trata de conseguir tus deseos, nunca consideres que existe un camino fijo. Más bien trata de aceptar que tendrás que seguir muy a menudo caminos inusuales que te harán sentir, algunas veces incluso, que eres como una “anomalía.
Tus objetivos son tú
Dicho eso, volvamos a centrarnos en ti. Lo que deseas es lo que sale de ti y no puedes permitirte, nunca, pensar que el camino que sigues es vergonzoso o inadecuado solo porque “se esperaba” que lo hicieras de una forma socialmente más reconocida.
En realidad, y esto debes tenerlo claro, el llegar a lo que deseas “saltando de un lado a otro”, es lo que la mayoría de la gente hace. Es lo normal.
Puede que a veces te resulte arriesgado hacer las cosas saliéndote del camino establecido por el colectivo al que perteneces. También puede que si tienes éxito, como sigues un camino distinto, pienses que lo has logrado inesperadamente. Por “suerte” o “por azar”. Pero debes entender que salirte de ese camino no es lo raro, es lo normal. A la mayoría nos pasa y también nos sentimos así.
Es una presión real y a veces podrá con tu ánimo. Así que apóyate en otros que no hayan seguido el camino “normal”. Podrás encontrar por todos lados una gran cantidad de historias contadas por mujeres y hombres que lograron un éxito impresionante a pesar de que nadie los vio venir, debido a que siguieron un camino que nadie había hecho antes. Te invito a que leas ese tipo de historias y te apliques el cuento.
Vive en paz con el grupo y sé tu
Esta manera de verte, como persona, no depende de tus resultados “mensuales” y tampoco de la gente que conoces, ni de cuánto dinero tienes. Sin embargo, sí que depende de reeducar a tu mente con la imagen –muy sencilla– de que puedes aprovechar tu individualidad en la búsqueda de la realización para alcanzar lo que te has propuesto como objetivo.
Una buena forma de programar las reacciones de tu mente es fijarte el objetivo de creer que las experiencias imprevistas que te aparecen suelen derivar en un nuevo e inesperado objetivo, o en el descubrimiento de un talento que no conocías.
Lo que te dejo ahora son algunas ideas para que las pienses y puede que incluso puedas incluirlas como parte de tus objetivos personales:
Conseguir lo que deseas, como objetivos, es tu propio camino hacia una vida de felicidad y prosperidad, sea lo que sea que eso signifique para ti y siempre y cuando logres ponerlo por escrito.
Al ponerte objetivos tienes que vivir, y mientras lo haces es importante que no pierdas de vista lo que quieres hacer y aprender, dentro de las oportunidades que tienes.
Mantén tu atención para que puedas decidir lo que se adecúa a ti, lo que te sirva, sin comerte el coco con la idea de que debe servirte para toda la vida.
Algunos objetivos que en ocasiones parecen ser seguros, resultan absurdos examinados a la luz del conocimiento que obtienes de ti al pasar el tiempo. Nuestras preferencias personales y de logros no son siempre las mismas porque nosotros no somos los mismos.
Debes acostumbrar a tu mente a aceptar a tus sucesivos objetivos como un proceso en el que tienes que digerir distintas experiencias. Prepárala para que deseche la intención de conseguir un logro espectacular y se centre en estar preparada para lo que llegue en cada momento.
Con el tiempo lo que sucederá es que verás todo lo que haya sucedido y hayas vivido como las lecciones de las que fuiste consciente mientras las recibías. Entiende que es muy probable y normal que cuando pase el tiempo recuerdes que cada vez que trataste de determinar lo que te depararía la vida, normalmente te equivocaste.
Como dice Dan Gilbert, somos trabajos en desarrollo, pero que creemos que están finalizados.
Enlaces de interés
Todd Rose, especialista en educación y escritor. Tiene un libro en español: “Se acabó el promedio”.
Ogi Ogas, escritor especializado en el individuo dentro de la sociedad.
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