Resumen
Tu mente tiene una curiosa forma de pedirte el siguiente objetivo para seguir tu camino. Parece que es “de recibo” que tengas que sentirte mal cuando algo no sale como quieres, y que no hay más opción que pasar por eso ante un fracaso. El no lograr algo produce un vacío en una parte de tu mente que es lo que causa que emocionalmente sientas agobio, agotamiento y hasta opresión. Pero eso no tiene por que durar mucho.
Claro que es normal que haya emociones y sentimientos negativos. No quiero negar en ningún momento que exista esa reacción. Pero la verdad es que la auténtica y definitiva relación entre tu mente y tus objetivos se define en una zona en tu cabeza que entiende, perfectamente, que los objetivos no se cumplan. Pero aun así, mientras vas a por ellos, ella se entrega completamente a la tarea y hace todo lo posible por lograr lo que deseas conseguir.
Se trata entonces de que entiendas cómo se relacionan tu mente y tus objetivos, para que puedas manejar mejor las emociones que aparecen cuando no los logras. Tu reacción de frustración es una reacción normal tomando en cuenta cómo funciona tu cerebro. Pero ello no determina la manera en que tu mente reacciona ante los obstáculos y la falta de logros.
Así que vamos a ver una solución que acorte ese período de frustración.
La frustración significa que lo que te pasa “no encaja”
Paramahansa Yogananda decía que “la temporada de fracaso es el mejor momento para sembrar las semillas del éxito”, cosa que suscribo totalmente. No adscribo esta idea porque me guste el sufrimiento, que me gusta mantener a raya. La adscribo porque las emociones asociadas al fracaso son la manera que tiene tu mente de preguntarte: “que es lo siguiente”. “¿Qué quieres hacer ahora?”
Ya sé que los sentimientos asociados a unas expectativas no cumplidas a veces son muy fuertes y que puede resultar difícil dar algún paso en algún sentido. De lo que quiero hablarte en este momento no tiene nada que ver con lo que “tienes que hacer” en un momento de frustración. Nada de eso.
Al contrario, cuando sientes frustración las emociones que surjan tienes que reconocerlas y gestionarlas como tú puedas, porque ese es tu derecho.
Lo que importa es que tarde o temprano, llega el momento en que reconoces ese mandato de tu mente diciendo pidiendo la siguiente orden.
Sucede naturalmente, cuando la frustración declina y tus emociones hayan sido gestionadas. Entonces aparece la frase en tu cabeza, clara y alta. “¡El siguiente!”.
La cuestión es si esta reacción de avance aparece “naturalmente” o si le ayudamos un poco a adelantarse sin prejuicio de nuestras emociones.
Lo grandioso de tu mente, en este caso, es que siempre funcionará igual. Si al final de un mes no consigues tu objetivo, habrá frustración. Si tu pareja está pasando por una situación que no sabe manejar y tus expectativas eran otras, habrá frustración. Si tus hijos, tus amigos, tus padres o cualquier persona no “encaja” en lo que esperabas, sentirás frustración.
Cuando algo que vives sí que encaja en lo que esperas, entonces lo llamas éxito.
Cuando deseas algo, ya sea profesional, relativa al dinero o a una buena relación, tienes una idea creada de qué es lo que esperas. Puede que no seas consciente de ella, pero existe. Lo has aprendido y creado durante los años que has vivido y está allí. Está programado dentro de tu cabeza, asociado a una serie de reacciones neuronales, a conectomas, y a reacciones químicas en cadena que se liberan cuando llega el momento, lo sepa o no tu consciente.
Sueños, objetivos, ambición y expectativas
Pero no todo es determinismo darwiniano. Claro que lo que “te motiva” también existe. Es un hecho y podemos llamarlo de cualquier forma. Lo que es verdaderamente importante es que toda motivación parte y se basa en que “eso que deseas es lo quieres conseguir”.
Todo deseo comienza por un sueño para convertirse en tu objetivo, que es más consciente. Cuando tu mente lo asume es una ambición y se crean las expectativas, que son el marco dentro del que deben darse los resultados.
Desde el punto de vista de tu cabeza, Sun Tzu tenía razón. Para ambos “la invencibilidad se encuentra en la defensa”, pero “la posibilidad de lograr lo que quieres está en el ataque”. Por eso tu mente siempre asume un objetivo tuyo al pie de la letra y no lo duda nunca, pasando al ataque. Y cuando lo asume aparece la persistencia que es una función de un sistema límbico activo.
Y ya sabes que no paro de meterme con la amígdala, a la que llamo la “Rottenmaier”. La llamo así debido a que su función es la de hacer que no te apartes ni un milímetro de lo que has aprendido. Pero esta vez tengo que romper una lanza por ella.
Resulta que, cuando asumes un sueño y vas a por ello, el sueño se convierte en objetivo, lo que significa que tu mente “aprende y lo asume” como tu nueva referencia. Es decir, la Rottenmaier pasará a defenderlo a capa y espada.
Cuando eso pasa, toda tu mente se pone en marcha. Todo tu sistema límbico se activa e insistes, persistes y tratas con todas tus fuerzas hasta el momento de la verdad. O lo consigues o no.
Así que defines tu objetivo y el tiempo pasa. Tú haces cosas para conseguir lo que quieres y en algún momento te encontrarás con la verdad física. Habrás conseguido tu objetivo o no. Si lo consigues perfecto, todo encaja. Si no lo consigues, sentirás frustración y falta de ganas de seguir. Ya no hay química que te impulse porque tu mente “ya no tiene ese objetivo” que cumplir. Esa falta de objetivo se traduce en frustración. O quizás otras cosas, si el objetivo era grande.
Me explico mejor, porque no quiero que se te escape ningún detalle. La razón por la que sientes frustración es porque tu sistema límbico no tiene un objetivo. Si le das otro, se pone en marcha. Sin más. La frustración que sientes por algo que no consigues es la manera que tiene tu cerebro de decirte “oye, nos quedamos sin objetivos. Dame el siguiente”.
Veámoslo de otra forma
Saber que tu mente tiene esta función también muy útil para conocerte mejor. Imagina que tiendes a dejar cosas para mañana. O también que sueles estar en un estado de distracción más o menos permanente.
Puedes decir, sin temor a equivocarte, que el “observar” que estás haciendo eso es tu manera de saber que tu sistema límbico no está funcionando del todo “centrado” en lo que estás trabajando. Lo más seguro es que eso sucede porque tu ambición está en otro lugar, y eso eclipsa el deseo de hacer lo que estás haciendo, en el momento en que te distraes.
Quieres estar en otra cosa.
Imagina que no estudias suficiente, no haces bien tu trabajo, no cumples con los horarios y siempre hay algo que hacer que te ocupa o te mantiene “en otro mundo”, y llegas tarde a ciertas citas, o a todas las que tienes. Nada tiene esto que ver con que seas o no inteligente, o con ser o no diligente o hacer bien o no tu trabajo.
Simplemente tu actitud no apoya lo que haces porque tu mente no asume lo que estás haciendo como un objetivo válido, porque tú no se lo has dicho así.
Claro que igual no te interesa un objetivo porque es impuesto. Pero en ese caso lo asumes, pero no te castigas por andar en las nubes.
Cuando lo que haces o vives no es un objetivo que viene de un sueño propio, lo normal es que no recuerdes nada, muestres desinterés y empieces a guardar distancias con todo lo que tenga que ver o te recuerde eso por lo que sientes obligación de hacer.
No tiene que pasarte en todo en tu vida. Igual solo sucede en un pequeño aspecto de ella. Pero si sucede, esta es la razón.
Y si no sucede algo que quiero ¿insisto?
Cuando los resultados son algo que la vida te impone, por circunstancias, esas reacciones son lo normal. Por otro lado, si no consigues un objetivo, tu mente se queda sin “volante”, y también sientes frustración. Todo ello está relacionado con que tu mente necesita un nuevo objetivo.
Pero a veces sucede que incluso, teniendo claras tus aspiraciones y a tu sistema límbico activo, las cosas puede que no salgan como pensabas porque terminan interponiéndose circunstancias que te impiden del todo lograr eso que inicialmente querías, echando por tierra tus sueños.
La solución, sencillamente, es la de hallar un nuevo objetivo, un nuevo sueño, o un nuevo deseo. Esto incluye renovar tus votos e insistir con ese que no has cumplido, porque a tu mente también le vale esa decisión. Ella, automáticamente, se pondrá a buscar nuevas soluciones y aparecerá la euforia seguida de nuevas metas y una fuerza interior que te impulsará a ponerte a hacer cosas de nuevo.
“El siguiente” es la frase más importante que puedes aprender para mantener a tu sistema límbico activo, a tope y concentrado en el logro de un objetivo. El error que cometen algunos y en el que insisten otros, es el de creer que funcionamos como una empresa y que un objetivo es inamovible, fijo y “a muerte”. Eso no funciona a menos que te conviertas en un robot y te olvides de la gestión de tus emociones.
Poniendo objetivos que tu mente apoye
Ahora fíjate. A la hora de ir a por el siguiente objetivo deberías cumplir dos metas que pueden ayudarte:
Te vendrá bien identificar lo que hace que sientas felicidad y alegría y luego analizar lo que tienes que hacer para que eso funcione en tu vida.
Evita insistir en mantener viejas expectativas que sigan ancladas en un sueño pasado que ya no podrás realizar, aunque desees fervientemente que suceda.
Por ejemplo, si tu pareja no está reaccionando bien ante una situación dada, pues asúmelo y ponte un objetivo personal de relación que le ayude y esté más acorde con su actual situación emocional y no con lo que “tu esperarías”. Si no consigues un objetivo económico, no vuelvas a poner el mismo, como si se tratara de un “todo o nada”. Lo que puedes hacer es crear uno nuevo, adaptado a la situación en la que te has quedado.
Al final lo que debes evitar es querer avanzar sin crear una nueva salida para tu mente, porque eso lo que hace es crear situaciones no resueltas que meten en un dilema a tu cerebro.
No darle un nuevo objetivo a tu “Rottenmaier” te impedirá vivir más y mejor tu vida, porque emocionalmente no podrás conectar con tu presente, solo porque no aceptas que no has podido conseguir un objetivo que deseabas.
Es cierto que algunas veces esos deseos estarán muy arraigados en ti y otros serán solo metas en el camino. Pero el mecanismo es el mismo, y al cambiar las circunstancias externas porque “no lo lograste”, simplemente empiezas a pensar qué será de ti y qué vas a hacer ahora. Eso crea una angustia y un estrés que hace que te alejes de la solución. Por muy pequeño que sea lo que no logras, la tendencia de tu mente será la de pensar que todo se ha acabado, y eso te desanima y te invadirá la sensación de que todo se desvanece.
Pero a pesar de que el sentimiento de frustración te embargue, tienes que saber que tus ambiciones y tus sueños son lo que te permite vislumbrar una buena vida. Incluso, en algunos casos, pueden ayudarte a superar un presente que puede resultarte doloroso, y hasta traumático.
Solo tienes que aprender a evitar la trampa de creer que lograr un objetivo es cosa “de vida o muerte”, porque eso te impedirá ver el precio que tienes que pagar por el éxito de lograrlo. Entiende que eso puede consumirte por dentro si no logras adaptarte rápidamente, arrastrándote hacia la obsesión o hacia el pasotismo total.
Pero por mucho que tu motivación dependa de un impulso neurológico natural, la ambición y el logro de un objetivo es un desafío que debes intentar, pero admitiendo que tus objetivos no están tallados en piedra y que puedes ir adaptándolos en el camino.
Los sueños varían, y aun cuando no puedas escalar esa montaña siguiendo la ruta que pensaste al principio, cabe la posibilidad de que puedas coronarla por otras. Incluso, quién lo sabe, seguro que puedes coronar otras cimas.
Como decía Whitman, “si te mantienes caminando hacia el sol, las sombras siempre estarán detrás de ti”.
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Gran artículo!👌