Resumen.
En este email la intención es acercarte un poco a la física dentro de un chip, pero sin matemáticas. En otras palabras, vas a aprender un poco acerca de la energética de los procesadores y de los circuitos integrados, para que empieces a valorar esto de la tecnología.
Es posible que ahora mismo se te haga difícil asociar la tecnología a las cosas invisibles. Pero eso es solo porque no te has parado a pensar en los procesos que se suceden dentro de tu móvil, en tu televisión, o cuando se ejecuta una IA para preguntarle si la Swift y el Travis este están liados de verdad o solo es un truco publicitario.
La respuesta, te la adelanto por si te preocupa, es que sí, T&T están comprometidos. Por lo demás, lo que pasa dentro de tu móvil cada vez que escribes un wasap, es magia pura. Yo creo que, si las compañías telefónicas supieran lo que te voy a contar, nos explotarían aún más.
Física básica para energéticos.
Lo normal, para un europeo medio, es que entienda que las cosas están formadas por átomos. Ya sé que es más que probable que ese día no fueras a clase, pero la idea es simplísima. Dentro de la pared de tu casa hay unas pequeñas bolitas alrededor de las cuales giran otras, más pequeñas. Las pequeñas, que están en el centro, se llaman núcleos y las que giran se llaman electrones.
Es decir, un átomo tiene un núcleo que a su vez tiene electrones dando vueltas alrededor de él. Y, en realidad, te diré que pasan cosas más interesantes dentro del núcleo que “fuera”. Pero como esto va de chips, móviles, y otros aparatos, la información tiene que limitarse a los electrones que giran, y en donde la cosa es relativamente más simple. Pero fíjate bien, porque además de la física de instituto que ya conoces, hay otra parte que no te contaron en la escuela, y que es la salsa rosa de los electrones.
En realidad, no hay ningún electrón dando vueltas. Lo que sí que hay es una nube negra, como la camisa de Juanes. No sé si has vivido la experiencia de mirar al horizonte cuando hay tormenta en el mar y es de noche. Imagínate la situación, para que no te pierdas detalle de lo que te quiero contar. Ahí estás tú en medio de la noche. Todo es oscuro y no se ve nada porque nada deja pasar la luz. En tu mente te repites que ahí arriba hay nubes que esconden la luna y hacen desaparecer las estrellas, y aunque tratas de ver dónde está el horizonte, tampoco se ve. Y de pronto, en medio de esa negrura total, aparece un rayo y, por más que te preparas, el ruido que hace te da escalofríos. Si puedes imaginar esto, entonces ya sabes un montón de física.
Un campo de energía ni está lleno, ni vacío, sino todo lo contrario.
Creada tu imagen mental, tienes que saber que la nube que cubre al núcleo del átomo, y que es igual a la imagen que acabas de crear en tu mente, es lo que se llama un campo. Campo es un eufemismo que utilizan los especialistas para decir que es una región en la que no se ve nada porque no reacciona a la luz. En el mar todo está, aunque no se vea, y tú lo sabes, yo lo sé y todos los saben. Pero una nube de electrones es diferente, porque no es más que un espacio vacío en el que solo pueden existir electrones de vez en cuando y cuando aparecen. Una locura, ya lo sé, pero es que es así. Los electrones a veces están y otras no. Aparecen y se van.
Albertico, el hijo de Hermann y de Paulina, dijo que eso es así porque eran a la vez ondas y partículas. Y aunque es verdad que al niño le dieron un Nobel, hay que decir que no fue por decir esto, sino por otras nimiedades. Y con razón, porque no se le puede dar un premio a un hombre que asegura que a veces las cosas se ven y otras no. En todo caso se le dan remedios para la cordura, y se le envía a un local seguro.
Pero a partir de él quedó la idea de que, de pronto, hay un montón de electrones que un momento después ya no están, como si hubiera una puerta secreta por la que escapan, y que no vemos. Y la cosa no se quedó allí, como suele pasar, y otros como Dirac siguieron investigando y dejaron claro que sí, que esa nube, la de electrones, es un campo de energía. La verdad es que, a estos espacios, llenos de cosas que entran y salen, y que de pronto se ven, y de pronto no, se les llama campos físicos en general, y está dentro de lo que se llama física cuántica. Y es aquí donde empieza nuestro viaje al interior de un procesador.
La magia dentro del móvil
Dentro de tu móvil, hay chips, y dentro de éstos, diminutos campos vacíos en los que fotones y electrones aparecen y desaparecen, bajo las órdenes de tus dedos. Resulta que, cuando tocas una tecla de tu móvil, lo que sucede es que se crea una señal que llega al chip, que entonces emite fotones y electrones que son los que realizan el cómputo. Luego, cuando te dan la solución, desaparecen.
Te lo voy a decir de forma elegante, para que no entiendas nada. Los electrones dentro del chip no son simplemente partículas clásicas, sino excitaciones de un campo de Dirac. Es decir, son energía. No hay “partículas allí dentro”, salvo cuando tu tecleas en tu aparato la letra “A”, y entonces los electrones aparecen para señalizarla. Y esto es así porque, dentro de un chip de silicio, lo que sucede se enmarca en un comportamiento relativista y cuántico. Así que los fotones y electrones involucrados en sumar 2 + 2 son, a la vez, onda y partícula. Cuando se necesitan están, y cuando no, desaparecen dentro del campo que los contiene.
Y para terminar con los palabros estos, te diré que eso de que el campo emite, de la nada, una partícula, se llama fluctuación del campo. En español ya, y para que nos entendamos, el vacío creado por los ingenieros dentro de un chip puede “dar a luz” a una partícula, debido a que el algoritmo correspondiente le dice a la máquina que menee un poco al campo para que éste aparezca.

El cambio está dentro del campo invisible del chip.
En otras palabras, dentro de un chip que tiene 22.000 millones de transistores, en un momento dado hay 22 mil millones de fotones gobernando a otros tantos electrones, solo para responderte si la hora canaria es una más o una menos que la de Londres. Y lo más interesante y en lo que, seguro que aún no te has parado a pensar, es que solo hay dos dimensiones ahí dentro. Solo hay ceros y unos, y en esas dos dimensiones se mueve toda la información y los datos a los que tiene acceso el chip.
Y aquí es donde llegas a la idea importante, de forma directa y sin tapujos. Hoy, los circuitos integrados y la inteligencia artificial alimentan un “mundo 2D” de datos, que no solo transforma nuestras formas de comunicarnos o trabajar, sino también nuestra búsqueda de sentido y nuestra espiritualidad. Y todo se sucede dentro de campos invisibles de energía que están en nuestros aparatos digitales.
La aparición de la IA, como parte de este sistema integrado de información, ha hecho que un simple conjunto de datos se convierta en un nuevo horizonte fenomenológico que interactúa con tu conciencia. En otras palabras, al relacionarte con entornos digitales modernos no solo accedes a información, sino que entras en un espacio que influye en cómo interpretas la realidad, como te relacionas con los demás y hasta como experimentas lo sagrado.
Integrando tecnología y espiritualidad
Claro que es lógico seguir la idea imperante de que el entorno digital es un simple lugar de distracción o ayuda para el trabajo. No es fácil asumir, todavía, que la tecnología digital tiene un ámbito adicional en el que proyectamos nuestra subjetividad. Te propongo llegar a aceptar que, con cada clic y cada interacción, aportas y diriges todo con tu intención, y que es a partir de ella, sobre todo si interviene la IA, que el aparato filtra y organiza la información.
La intención de este artículo es plantearte la posibilidad de hallar en este proceso un espacio para ampliar tu sentido de la Trascendencia, convirtiendo lo digital en una herramienta espiritual. En resumen, la idea es que reconozcas que, en este Nuevo Gran Ciclo de Energía, cada avance científico y técnico encierra una oportunidad para el desarrollo personal. Y que, al abrirte al potencial de la simbiosis cognitiva con los entornos digitales, puedes forjar una relación más profunda contigo y con los demás.