Resumen
Después del parón que ha habido, desde septiembre, empiezo a enviarte ideas de nuevo. Son ideas que ya conoces, y que has leído aquí, pero que quiero que las revises de nuevo, y que sirvan de recordatorio. Ten en cuenta que esta no es la verdad total y absoluta, ni por asomo. Para verdades están las instituciones, que las acaparan todas. Lo que tienes aquí son solo ideas para estimular tu curiosidad.
Y aclarado ese asunto, imagina que has empezado un viaje hacia tu espíritu. Ese viaje es lo que llamas espiritualidad, y como todo viaje que se precie, va a causar un cambio en ti. Claro que puedes hacer ese viaje con todo organizado, tour operador de por medio, todo incluido y en plan “yo pago, y tú me das servicio, que soy el turista”. En este caso aceptas el itinerario estructurado y predecible que existe. Es un viaje cómodo, en el que consumes experiencias espirituales, sin necesidad de tener que profundizar en lo que hay detrás.
En este email te propongo la idea de explorar tu espiritualidad como un viaje personal y creativo que conecta a tu cuerpo y a tu espíritu a través del inconsciente considerado como un espacio energético, un lugar intermedio en el que te puedes permitir experiencias profundas, sin barreras rígidas, y donde lo tangible y lo intangible se integran.
El viaje por un espacio especial
Pero también existe el modo curioso de viajar, sin tour operadores ni excursiones preestablecidas. En este modo buscas tener experiencias más auténticas y menos estructuradas. Y, como viajero espiritual, tenderás a integrarte en otras culturas y otras visiones, con respeto, pero sin mimetizarte con ellas y evitando los caminos impuestos. En este modo, que es el del curioso, tratas de entender otras ideas desde una perspectiva cercana, y el viaje mismo te cambia profundamente porque cada paso se convierte en una experiencia trascendente que impacta en tu percepción de la vida.
La razón por la que es útil mostrarte tu espiritualidad como un viaje es que existe algo, real, que conecta lo que ves y lo que no. Es un lugar que no puedes mirar con los ojos, pero sí sentir, pensar, emocionarte y hasta tener sensaciones con él. Lo llamamos “el inconsciente”, y es algo más que un concepto psicológico: es un espacio, es tu territorio espiritual.
Puede que, ahora mismo, tu mente esté revisando la idea, preguntándote cómo puede ser que haya un territorio entre tu cuerpo y tu espíritu. Y mientras te lo piensas, recuerda la siguiente idea. Si todo lo que tú puedes ver, como tu cuerpo, tu coche, tu familia, el planeta y la galaxia conforma solo un 4% de la existencia, ¿dónde está el resto? ¿dónde está ese otro 96%? Y la imagen que quiero que tengas es que parte de esa energía invisible es el inconsciente, que es el espacio que conecta a tu cuerpo con tu espíritu y dentro del que juegas el juego de darle sentido, con las respuestas que conforman tu espiritualidad.
La experiencia comienza en lo físico
Y aquí te incluyo un elemento más. Ese viaje no se detiene en el simple caminar por él. Tu espiritualidad, como la energía, son siempre una experiencia física, porque te hayas dado cuenta o no, tu cuerpo es quien primero experimenta lo trascendental. Por eso la neurociencia y la espiritualidad, aunque parezca que no tienen nada en común, son un matrimonio bien avenido.
Por ejemplo, cuando cierras los ojos e imaginas manteniendo tu concentración, tu atención y tu conciencia en las imágenes, tu lóbulo frontal y tu sistema límbico responden, y según lo que imagines, tu mente genera una experiencia que percibes como “sagrada”. Algunos llaman meditar a eso de crear imágenes de este tipo en tu cabeza. Y puede que la idea te parezca rara y hasta sorprendente, e imagino que la causa está en el peso de más de 2 mil años utilizando imágenes que te daban otros, cual turista consumidor.
Y no es que eso sea malo, ni que piense que eso está mal. Es, simplemente, diferente. Y es que hoy sabemos que puedes adoptar una postura física, alterar tu respiración, y decidir sentirte espiritual, creando imágenes en tu cabeza que te ayuden a eso, y sin ningún tipo de imposición ni doctrina. Por eso el viaje es tan especial, porque la espiritualidad es un acto creativo. Puede que en algún momento te plantees si es realmente posible separar lo físico de lo espiritual. Y la respuesta es que ambas son las dos caras de una misma moneda, porque las dos son tus experiencias.
El Inconsciente como lugar Sagrado
Y entiendo que, hasta ahora, hayas tenido la idea de que el inconsciente era un almacén de recuerdos reprimidos y de símbolos arquetípicos inaccesibles y lejanos. Sin embargo, el inconsciente es un espacio energético, y ahí está lo importante de poner esta imagen en tu mente. No es ni totalmente físico ni completamente espiritual. Es un lugar en donde tu cuerpo y tu espíritu pueden coexistir, como la estación de tren en la frontera en la que dos países se encuentran.
Y en este lugar no hay barreras rígidas, porque es un campo compartido donde lo tangible y lo intangible, fluyen y se integran. Y aquí tienes algo radical, diferente a lo que esperas. Este inconsciente no contiene nada, es un espacio, un acto en sí mismo en el que el movimiento es constante entre lo visible y lo invisible.
Ahora imagínate que caminas dentro de “Tu mundo personal”, lleno de árboles que no existen realmente en el paisaje físico. Estás dentro de tu inconsciente. Estás ahí, rodeado de algo real y que no es verdad porque está dentro de tu mente y, como todo lo que es sagrado, depende de cómo lo percibas. Y aunque nadie te lo haya dicho en el cole, esto es el mismo inconsciente en el que nos introdujeron personajes como Jung o Freud, solo que ellos eran médicos, y se centraron en la terapia, que era su trabajo. Aquí, tú y yo hablamos de la posibilidad de tener una experiencia directa a través de la energía que conecta todo.
Se trata de ti y de tu inconsciente. Y de la interacción que pones en marcha en tu vida como algo activo y a través de tus imágenes, y que es tan inmediato como el pensamiento que estás teniendo ahora mismo. Puedes habitar ese lugar intermedio, ese campo de energía, y descubrirlo no como algo que posees, sino como algo que te crea a ti.