Resumen
Vamos a explorar una idea sencilla y práctica en dos emails consecutivos. Aprovechando que la semana pasada no te envié el email prometido de los sábados, en esta te envío dos, dedicados a lo que vamos a llamar “el espacio energético”.
Al comienzo, cuando hablamos de energía, nos referimos a algo totalmente separado, alejado y que parece no tener relación con nada. Sin embargo, “energía”, es una idea muy amplia de la que debes tratar de ir creando un modelo claro en tu cabeza.
En este email un modelo, para que no te comas el coco, es un conjunto de imágenes que, en su totalidad, le dan sentido a un constructo complejo como lo es “energía” y que elaboras en tu cabeza para facilitarte el comprender y estudiar todo lo que tenga que ver con ello.
Dicho lo cual, podemos ir a la idea que motiva este email. Si cierras los ojos, puedes imaginar lo que quieras. Pero, en tu cabeza, es enormemente importante que lo primero que veas sea un espacio. Un prado, una casa, un salón o una ciudad. Ese es el comienzo de un buen modelo de la energía.
Un camino ya hecho
Fíjate en algo. Los griegos antiguos imaginaron que existía el Olimpo. La ciudad-país de sus dioses. Los cristianos fabricamos “el cielo”, el lugar dónde vive Dios y sus ángeles. Sin embargo, los taoístas antiguos –hace 4 mil años– no tenían esa idea del espacio energético tan elaborada. Fue a partir de que aparecieran los budistas que añadieron esa idea.
De hecho, el budismo es considerada la primera religión que apareció como tal en el mundo, y su gran apuesta fue la construcción de sus “templos”, que son unos espacios construidos que representan la espiritualidad del ser humano.
Claro que ya habrás sacado tus cuentas. El budismo apareció mucho antes que los griegos con su “Monte Olimpo”. Es decir, tú y yo somos herederos de un camino a través del cual hemos entendido, con el tiempo, que con el espacio empieza todo. Y aunque dé la impresión de que esa herencia no existe, está. Y no parece muy práctico el no conocerlo o el ignorarlo.
El profesor de dibujo
Voy a contarte una historia breve. Lo primero es que lo hago para que no te duermas, pero también para explicarte mejor lo que quiero decir. Cuando empecé a estudiar arquitectura mi profesor de dibujo me puso a dibujar una casa. Todo era a la vieja usanza. Mesa, regla paralela, escuadras, escalímetro y lápices de varias durezas. Eran los años 80.
En la evaluación del trabajo hizo hincapié en que había pocos armarios. Flores, está claro que usted no está casado, me dijo mirándome serio a los ojos. Cuando se case, continuó, vivirá en una casa pequeña, con un armario pequeño, dos cajones para usted y dos para su señora. Luego su familia crecerá. Y los armarios también. Pero usted siempre tendrá dos cajones. El resto no podrá utilizarlo. Todo el mundo rio en la sala, aunque yo no entendí lo que me quería decir.
Con el tiempo me di cuenta de que lo que me explicaba es que el espacio se puede leer. Una pareja que reparte mal sus espacios te cuenta cómo de dispareja es esa relación. Una persona, que trabaja como autónoma, pero que no tiene una mesa o escritorio para las cuestiones administrativas de su trabajo, está condenada a la esclavitud. Si los niños, en un apartamento, ocupan más espacio que los padres, los padres están perdiendo el control de la familia.
La espiritualidad y el espacio
Ahora imagina que visitas una casa cualquiera. Cuando entras en ella, no ves ninguna referencia a la espiritualidad. Ni cuadros, ni figuras, ni piedras. Nada. Pero está llena de plantas. Esa persona es lo que llamaríamos “animista”. Creerá en la naturaleza y en su “vida secreta”. Esa es una forma de espiritualidad. Muy básica, casi taoísta, pero lo es.
Imagina ahora una casa en la que encuentras un buda por ahí, una piedra por allá y hasta un elefante de la suerte. O quizás un gatito dorado, de esos que mueven la patita todo el rato. Pero todo está repartido por toda la casa, con elementos variados, pero sin conexión entre ellos. Esto ya demuestra cierta espiritualidad, pero no organizada.
Ahora imagina que en una tercera casa hay un espacio definido, digamos un mueble, dedicado a toda la temática espiritual que interesa a las personas que viven allí. Entonces podemos decir que esas personas tienen una conciencia de lo espiritual un poco más organizada y ordenada.
El olimpo o la naturaleza
La diferencia, volviendo al principio, entre tener un Monte Olimpo y los antiguos taoístas, es que en la cabeza de los griegos había un orden mayor con respecto a lo espiritual. Claro que no es que unos tengan razón y otros no. Decir eso sería injusto, porque los taoístas vivieron 2 mil años antes.
Lo que sí que significa es que, dentro del camino espiritual, el espacio que ocupan esas ideas e imágenes en tu mente, tenderán a organizarse en un todo. No es importante la forma que tenga, pero sí que tienda a la unificación, para que todas las ideas que están integradas en el constructo “energía”, se ordenen.